domingo, 11 de septiembre de 2016

Las cartas a Ma.Laura.

Mi ventana nunca estuvo cerrada, fueron dos años de aguantar inviernos fríos y crudos a causa de la angustia que me causaba dejar un beso de MaLaura fuera de mi habitación a pesar de nunca haber visto su rostro.

La conocí entre cartas, una foto de sus piernas y una radiografía de su alma en cada letra que escribía para mí, para ella, desde ella.

Siempre recibí sus besos como si fueran la redención que estaba esperando, ansioso y con un cigarillo en la mano leía cada una de sus palabras, a veces condescendientes y otras certeras y un poco frías.

Nos escribíamos por las noches y yo dibujaba sus manos desde sus oraciones, imaginaba su cintura perfecta al igual que su ortografía y sus labios suaves y delicados como sus palabras de media noche.

En los días lluviosos dejaba la ventana abierta por intereses meramente románticos, me gustaba pensar que ella enviaba los besos de manera tan religiosa al igual que yo aguantaba los fríos con la devoción de alguien que espera un tren en la estación queriendo llegar a casa a comer con su familia después de una larga jornada de trabajo.

¿Dónde estás ahora MaLaura? Con la ventana entreabierta te escribo esperando leas mis palabras, con la ventana entreabierta espero que aún llegue alguno de tus besos, dejando que se escape el humo y un poco de mi esperanza, aguantando el frío y la incertidumbre, bebiendo café por la madrugada y escribiendo al recuerdo de aquella bella historia que construimos por medio de cartas.

¿Fin?

No hay comentarios: