Fue ahí, tomé mi cigarro y lo encendí para caminar por la calle por dónde algún día nos vimos a escondidas, en ese callejón oscuro donde me explicaste con garabatos lo mucho que me querías y lo difícil que sería seguirnos encontrando, te tomé de la cintura con arrogancia y ese cinismo que suele caracterizarme, te arranqué un beso y rápidamente me entregaste otros más, fue ahí cuando me lancé cual paracaidista sin paracaídas; envuelto en adrenalina no pensé en la caída.
Entre aviones que no vuelan y precipicios y caídas y laberintos y ese sabor de tu saliva que aún intento quitarme con otras bocas, con otro cigarrillo...
¿Sigo cayendo?